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lunes, 4 de mayo de 2009

Fobias justificadas o no? y las Mas raras!!!

Éste es un término que designa un tipo de terror, injustificado en apariencia, frente a un objeto, un ser vivo o una situación que no necesariamente implica peligro real.

FOBIA SOCIAL

Fobia social

Las personas que la padecen, comienzan a sentir: sudoración, palpitaciones, deseos urgentes de orinar, falta de aire, mareos, sensación de desmayo, fuerte temblor, se pone terriblemente colorado, etc., cuando, por ejemplo deben concurrir a realizar algún tramite, a la universidad, etc. En ocasiones, este temor particular se presenta en situaciones nuevas, o se circunscribe a determinadas situaciones, como dar examen, hablar en público o ejecutar un instrumento. En otros casos, la fobia es generalizada y el paciente evita toda situación de contacto social. Puede sentir un temor a decir tonteras, a sufrir disminución intelectual delante de otros, a quedar mal si habla, a tartamudear.


Existen ciertas fobias que podrían considerarse comunes: a la noche, a la soledad, a la muerte, a las enfermedades, a las serpientes... Y otras ocasionales, que producen miedo en condiciones especiales pero que no inspiran temor a alguien sano.

En una primera época de su investigación, Sigmund Freud constató que los síntomas fóbicos se presentaban en todo tipo de trastornos neuróticos o psicóticos, aunque particularmente en la neurosis obsesiva y en la de angustia. Estos síntomas se podían observar en pacientes que practicaban la abstinencia sexual o que se obsesionaban por la limpieza porque les horrorizaban ciertas cosas relativas a la sexualidad.

En su célebre análisis del 'Caso Juanito' (1909), describe extensamente la historia de un niño de cinco años que tenía fobia a los caballos. Descubrió que, bajo el temor a este animal, se ocultaba una angustia más general e incontrolable cuya referencia última era el conflicto con el propio padre.

La observación le demostró que hay, por lo menos, una neurosis en la cual el síntoma fóbico es central; la llamó 'histeria de angustia'. En ella, la energía sexual o libido no se convierte en un síntoma corporal, sino que se libera en forma de angustia.

Los sucesores de Freud (Melanie Klein, Anna Freud, etc.) se interesaron mucho por las fobias infantiles y fundamentalmente por los terrores inspirados por animales. Las fobias a estos y a los espacios, que se observan en niños entre los tres y cinco años, forman parte de su desarrollo psíquico y desaparecen normalmente sin necesidad de tratamiento.

MIEDOS INFANTILES


Freud asoció la conducta del niño con la del hombre primitivo. Planteó que, para ambos, los animales y los hombres estarían emparentados, pudiendo ser amados y odiados al mismo tiempo. Por eso resulta fácil desplazar sobre el animal el conflicto psíquico. Por ejemplo, un niño de cuatro años que padecía fobia a los perros, cuando veía pasar uno por la calle, se echaba a llorar y gritaba: '¡Bonito, no me muerdas, me portaré bien!'. Suelen ser las representaciones de la animalidad las que revelan la esencia de la fobia.


LAS CLAVES


El estado emotivo en las fobias es la angustia, la ansiedad y el temor sin límite. Mientras que en las obsesiones es la duda, el remordimiento o la cólera.

Las más conocidas:

Agorafobia. Miedo a los lugares en donde podría ser posible no encontrar ayuda, particularmente pánico a las multitudes, a los puentes o a estar solo en espacios abiertos.

Claustrofobia, miedo intenso a los lugares cerrados.

A los medios de locomoción, en la actualidad aparecen frecuentemente asociadas al transporte en avión.

A los animales.

Otras muy comunes son: la hidrofobia (miedo al agua), a caer de las ventanas, a la oscuridad, a la suciedad, a las alturas, a las mariposas, a los caballos, al contacto con otro, etc.


¿Cuáles son las fobias más raras?

Nov
23
2007

fobia.jpg

Suscribo la idea de Woody Allen acerca de que el miedo es el compañero más fiel porque una vez que está a tu lado difícilmente se va con otro. Yo mismo he confesado en este blog mi temor a ser enterrado vivo –tema de un anterior post-, pero ni siquiera esta incertidumbre se compara al espanto, la parálisis, el entumecimiento doloroso que me produce la aparición de una vulgar rata, del tamaño que sea. Alguna vez me han calificado poco menos que de idiota por quedarme petrificado ante un ejemplar más bien pequeño que se atravesó a treinta metros por delante de donde yo iba caminando. Al menos tengo la suerte de que ninguna de esas angustias me ha perjudicado al punto que a ese taxista que debió cambiar de trabajo porque desarrolló una fobia a las luces rojas.

El caso fue tratado en los años setenta por el doctor Leslie Solyom, entonces profesor ayudante de psiquatría de la Universidad McGill de Montreal. Solyom también registró el caso de un ama de casa que renunció a ir a la iglesia de su comunidad porque “temía ponerse a gritar obscenidades en pleno culto religioso” y el de un agente de seguros que fracasó porque su miedo a los gérmenes le impedía tener contacto con nadie y lo empujaba a lavarse las manos 32 veces al día. “Las fobias son algo que puede sobrevenir a cualquiera”, le dijo el catedrático a Irving Wallace, un curioso literario absoluto y gurú inspirador de este club (1). “No todas las víctimas de fobias son seres tímidos, retraídos e introvertidos”, explicó.

La aclaración es pertinente, porque existen fobias que bien podrían entrar en los ficheros de algún centro psiquiátrico. “Tenemos abundancia de vestiófobos hoy en día, es decir, de gente que aborrece los vestidos, e incluso contamos con un pequeño grupo de antinudistas, dominados por el miedo a la desnudez (gimnofobia). Entre las fobias de tipo sexual u obsesiones de carácter emocional tenemos la ginefobia o aversión a la mujer, con su compañera la androfobia o aversión al hombre, como también la pornofobia o aversión a las prostitutas y la gamofobia o aversión al matrimonio”, explica Wallace en el Almanaque de lo insólito.

El catálogo se enrarece con algunas perlas del tipo logizomechanofobia (miedo a las computadoras), nucleomitufobia (miedo a las bombas atómicas) y la arachibutirofobia (repulsión a que la manteca de cacahuate se pegue en el paladar). Hay gente que le tiene miedo a tener una erección (falofobia) y otra gente que tiene miedo a perderla (medomalacufobia), hay quien teme andar (ambulofobia) y otros a sentarse (catisofobia), a abrir los ojos (optofobia) y acaso hay quien tema cerrarlos. En todo caso algunos evitan usarlos para ver su reflejo porque temen a los espejos (catoptrofobia). El miedo calza para todo. Incluso para quien tiene miedo a los miedos (pantofobia).

De traumas y temores está empedrado el mundo. “Entre los factores que predisponen a la aparición de (una) fobia específica cabe citar los acontecimientos traumáticos (como el ser atacado por un animal o quedar atrapado en un lugar pequeño y cerrado), crisis de angustia inesperadas en la situación que se convertirá en temida, observación de otros individuos que sufren traumatismos o muestran temor (p. ej., presenciar caídas desde grandes alturas o personas que se asustan en presencia de ciertos animales) y transmisión de informaciones (p. ej., repetidas advertencias paternas sobre los peligros de ciertos animales o reportajes periodísticos sobre catástrofes aéreas). Los objetos o situaciones temidos tienden a implicar aspectos que ciertamente pueden o han podido representar una amenaza en algún momento” se explica en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV, de la Asociación Psiquiátrica Americana (2).

Una rápida revisión de los materiales disponibles permite ver que dos son los miedos más extendidos: la agorafobia, que en términos muy simplificados es el miedo a no poder escapar de los lugares abiertos o a no encontrar un lugar seguro, y la fobia social, que se entiende como el pánico que algunas personas sienten de ser el centro de la atención (porque se sentirán juzgadas o criticadas). Hubiera sido ideal tener estadísticas a mano, pero ya sabemos que nuestro país no es muy apegado a tener los papeles en regla. Sirva como referente saber que, según las pesquisas de Wallace, en los años setenta existían por lo menos 14 millones de personas que sufrían de alguna fobia en Estados Unidos. No es difícil suponer que el ritmo inflacionario de la locura moderna haría volar la cifra actual.

¿Existe cura contra las fobias? Hay tratamientos. Usualmente se empieza con terapias que inducen a que el paciente enfrente su miedo de a pocos, con asociaciones progresivas al elemento o situación temida. En otros casos, se apela a los fármacos. No es el propósito de este blog dar la solución, por supuesto. Dicho esto, sí resultaría interesante saber qué tipos de fobia tienen los visitantes de este club. Acaso alguno no reconozca la suya todavía, por lo que me permito incluir el link a una lista disponible en la red, que he contrastado con otras y parece ser bastante completa. A ver si tenemos alguna rareza destacable, como el caso de ese hombre que, según Wallace, tenía miedo a su propia caligrafía, o el de ese otro que “padecía ciento veintiuna de las ciento veintidós fobias inventariadas por el Long Island Jewish Hospital (la única que no padecía era el miedo al rapto)”. Espero que haya suficiente material para establecer un ránking. Escriban sin miedo.


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